Introducción

CAMERO VIEJO

El Camero Viejo situado en el Sistema Ibérico, en el corazón del Valle alto del río Leza afluente del río Ebro, es uno de los rincones naturales con más encanto de La Rioja. Valle rodeado de montañas llenas de contrastes, separado del valle del Ebro por un angosto cañón horadado durante siglos por el río Leza.
La primera referencia escrita data de 1038: «García Sánchez, rey de Nájera y Pamplona, casa con Estefanía de Foix a quien regala “ambos Cameros”».
La mayor parte de este territorio perteneció al Señorío de Cameros hasta 1811, fecha en la que fueron abolidos los Señoríos en toda España; efemérides de la que fue protagonista Manuel García Herreros nacido en San Román de Cameros.
A principios del siglo XX tenía 21 pueblos, 5.000 habitantes y una tasa de alfabetización de las más altas de España. La pérdida de valor de la lana, la mecanización del campo y la evolución industrial de España son las principales causas del despoblamiento masivo y del envejecimiento de su población que en 100 años ha perdido un 80%.
Su arquitectura popular, integrada en el paisaje, se ha conservado con coherencia y respeto a la estructura tradicional; solo contemplar sus pueblos y recorrer sus calles ya merece una visita.
Viajero, si vienes del Sur por la N-111, a través de un robledal centenario, llegarás al primer pueblo, Laguna. Si vienes del Norte, el paisaje de viñas, almendros y olivos te acompañará hasta que te adentres en un desfiladero angosto, excavado en roca caliza y rodeado de encinas; al llegar al mirador contemplarás la imponente belleza del Cañón del río Leza, el profundo cauce de aguas limpias y bravas aguas, el pueblo de Soto y los buitres sobrevolando a tus pies.
En el Camero Viejo encontrarás un espacio natural en el que poder descansar en casas rurales con encanto, hacer senderismo, pasear en bicicleta o practicar barranquismo. Si eres cazador, perdices, conejos, jabalíes y ciervos te esperan, si eres pescador pozas trucheras encontrarás.
Diversos yacimientos de icnitas muestran que los dinosaurios poblaron esta Tierra.
Diversos dólmenes diseminados a lo largo de la divisoria de aguas de las cuencas del Leza y del Iregua demuestran que sus pobladores del Neolítico, hace 5.000 años, ya practicaban el pastoreo y la agricultura; desde estos sepulcros megalíticos disfrutarás de sorprendentes vistas de Logroño, la Rioja Alta y la Sierra de Cantabria.
Si te acercas a Nido Cuervo podrás divisar La Rioja Baja, el Moncayo y los Pirineos.
Su ecosistema calificado en 2003 como “Reserva de la Biosfera” marcará su futuro, permitiendo a su población aplicar modelos de desarrollo sostenible y a sus visitantes disfrutar de esta joya de la Naturaleza.

SAN ROMÁN DE CAMEROS

Recorriendo sus calles te impregnarás de la esencia de Cameros, observando las fachadas de sus casas te sentirás transportado en el tiempo. La sensibilidad armoniosa con la que ha conservado la esencia milenaria de la arquitectura popular de esta Sierra te emocionará; si entablas conversación con sus pobladores alcanzarás a comprender cómo es posible que, a pesar del progreso, los materiales empleados en la restauración de sus casas se hayan fundido con los materiales tradicionales invitando a sumergirte en la vida y costumbres de sus antepasados.
Ubicado en el centro del Camero Viejo, el pueblo se asienta sobre la ladera sureste de un monte de 882 m. de altitud que emerge sobre tres depresiones: la del río Leza, la de su afluente el río Santa María y la del barranco Vallejuelo.
De origen celtíbero, las primeras casas se asentaron en la parte superior del monte, en torno a las eras de San Juan, hasta que a principios del siglo XX, tras la construcción de la carretera, el pueblo descendió hasta la base, situada a 820 m.
El nombre de San Román hace referencia a su cristianización en el período romano-tardío o visigótico.
El primer documento escrito que se conoce es la “compra de unas casas por el primer señor de Vizcaya, Íñigo López, en 1076”. Hasta 1811 perteneció al Señorío de Cameros. A principios del siglo XX contaba con 750 habitantes. En 2011 tiene un censo de 168. Sus casas forman un entramado armónico y compacto en torno a la iglesia: cimientos sobre roca viva, robustas paredes de piedra, solanas en las blanqueadas últimas plantas consiguen una estampa de arquitectura popular insuperable, para deleite del visitante y orgullo de sus pobladores.
Hasta el tercer cuarto del siglo XX sus habitantes vivían de la ganadería (ovina, caprina y porcina), de la agricultura de secano en los montes aterrazados que podrás divisar desde la magnífica vista que se abre ante ti desde el pórtico de la Iglesia, de las hortalizas que cultivaban en los huertos que rodean el pueblo que cuentan con un sistema de riego que se pierde en los orígenes de su población y que podrás contemplar desde el mirador de Velilla y del comercio con los pueblos y aldeas de su entorno.
Actualmente la ganadería porcina desaparecida y la ovina reducida han cedido protagonismo a la ganadería vacuna y equina y a la fauna salvaje (destacando el ciervo y el jabalí). Las laderas aterrazadas donde se cultivaba el cereal, van recuperando lentamente la masa forestal que antaño tuvieron. La conservación de los hayedos, robledales, carrascales, pinares de la Sierra y las choperas de los cauces del Leza y sus afluentes han hecho florecer nuevos puestos de trabajo. La construcción y el turismo rural completan la actividad económica de su reducida población. Cuenta con escuela de primaria, centro de salud 24 horas y asistencia social.
Tiene 6 aldeas (Vadillos, Velilla, Valdeosera, Santa María, Montalvo y Avellaneda), las cuatro últimas despobladas.

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